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¿Qué tan rítmica es tu estrategia?

¿Qué tan rítmica es tu estrategia?

En el artículo anterior compartíamos un desafío común: planes estratégicos que terminan guardados en un cajón. No nos cansamos de hablar de esto porque lo seguimos viendo en la realidad y lo hemos tomado como bandera de lucha. Hay un paso adicional que suele marcar la diferencia, y es entender cómo la estrategia y la táctica se conectan en la práctica.

La estrategia es el mapa: define el norte, los objetivos de largo plazo y las grandes decisiones de inversión. La táctica es el camino: las acciones concretas que un equipo asume hoy, mañana o este mes para que esa visión deje de ser discurso y se convierta en práctica.

Lo vemos una y otra vez en empresas de la Región de Los Lagos. y también Metropolitana y El Maule: no basta con un plan estratégico “bonito”, hay que convertirlo en un plan vivo que conecte visión y ejecución. Eso significa que un comité directivo no solo acuerde crecer un 20% en un año, sino que defina qué tres palancas mover en las próximas semanas, quién es responsable y cómo se van a medir los avances. Y, sobre todo, que exista una cadencia de conversaciones: revisiones quincenales para ajustar, cierres conscientes trimestrales para analizar indicadores y aprendizajes, y la capacidad de corregir antes de que el plan se convierta en letra muerta. Esto demanda una figura que se haga cargo de empujar cada una de estas acciones, porque seamos honestos, la cultura del chileno generalmente es alguien que requiere ser chicoteado para avanzar. Y así como tenemos líderes en cada departamento, también debiese haber una persona encargada de liderar este tema. Acá es donde nosotros vemos una necesidad y es por eso que ofrecemos servicios como Focalízate o Directores con Norte, donde nos transformamos en ese business coach que te empuja a llegar al resultado que quieres y asegura que el plan se mantenga vivo.

Cuando estrategia y táctica dialogan, cambia la cultura. Los equipos dejan de correr detrás de urgencias y comienzan a trabajar con foco. Las conversaciones se vuelven más claras: qué sí, qué no, qué dejamos para después. Y es ahí donde el coaching se vuelve esencial como metodología de acompañamiento: ayuda a los líderes a sostener decisiones incómodas, a priorizar sin culpa, a decir que no, y a instalar la accountability que permite que los acuerdos sobrevivan más allá de la primera dificultad.

Un caso reciente lo demostró. Una empresa local tenía un plan estratégico a tres años, pero en la práctica cada área avanzaba en direcciones distintas, respondiendo a sus propios intereses y egos. Al instalar un tablero único con palancas tácticas claras y revisiones periódicas, logramos que el equipo pasara de “trabajar mucho” a “trabajar en lo que realmente mueve la aguja”. A los pocos meses, la frase más repetida era: “Estoy logrando poner el foco en lo importante”.

Estrategia sin táctica es solo un discurso. Táctica sin estrategia es solo actividad dispersa. Táctica rígida tampoco sirve. El verdadero valor aparece cuando ambas se integran en una práctica viva, que se revisa, se adapta y se sostiene en movimiento.

La verdadera pregunta para cualquier equipo no es si tiene un plan estratégico escrito, sino si cuenta con la táctica y los rituales que lo sostienen en el día a día. Porque ahí está la clave: el ritmo es lo que transforma la estrategia en acción sostenida, y la diferencia entre un plan guardado en el cajón y un sistema vivo que guía decisiones.

Giannina Andrea Bacigalupo Ricci

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